Los profesionales de la Comunicación saben de la repercusión de la semiótica y controlan la argucia en el manejo de la palabra. Dominan el caprichoso funcionamiento del cerebro humano y su tendencia a la ley del mínimo esfuerzo, dado a interpretar las sensaciones transmitidas por los sentidos creando una realidad a veces confusa.
Se trata de bombardear con un término atractivo asociado a una idea determinada de modo que el público se quede con la imagen sin entrar en el contenido.
Viene esto a cuento a raíz de una palabreja,”EMPLEABILIDAD”, que ha comenzado a rodar por los mentideros de la Factoría, supuestamente asociada a mejoras, rentabilidad, eficiencia.
Uno se va a los diccionarios y atiende a explicaciones de los impulsores y no sólo lo ve razonable, sino incluso necesario.
Por citar un ejemplo, estoy acometiendo unas obras de renovación en casa y Encargado que las lleva tiene varias cuadrillas trabajando. Ayer por la mañana, aparecieron cuatro albañiles en lugar de los dos habituales. Resulta que en una obra que tienen en Cádiz se iban a retrasar las losas por lo que Ángel, que así se llama el fenómeno, cogió a los que la estaban acometiendo y los mandó para mi casa. “Tirad pa La Isla y vais adelantando allí mientras no lleguen las losas. Empleabilidad. Probablemente Ángel, sin grados, títulos ni másteres, no tenga ni idea de lo que significa, lo más seguro ni sepa que existe, pero le basta el sentido común.
Claro, son cuatro pelagatos mal contados, sin nociones de macroeconomía, logística, política de personal, etc. Etc. Etc. Navantia es otra cosa. Dónde va a parar. Navantia necesita muchas, largas y “peñascalescas” reuniones, con más de 90 doctos directores y vaya usted a saber cuántos asesores y consultores, para llegar a la misma conclusión: Sale más barato dar trabajo a tu personal propio en paro que mantenerlo inactivo y contratar a una auxiliar. Éstos no asaron la manteca, pero casi.
Ya puestos, bienvenida sea la medida. Aunque tengo mis dudas. Probablemente por mi afición a Quevedo, Cervantes o Góngora. Mucho me temo que la picaresca en este país no se quedó en Lázaro de Tormes, El Buscón o Guzmán de Aznalfarache. A pie de obra uno acaba encontrándose con la cruda realidad.
Tan irracional resulta programar obras, proyectos, programas…, sobre la base del empleo de horas extraordinarias, que como su propio nombre indica deberían ser extraordinarias, como asentar e institucionalizar la empleabilidad como recurso a disposición del mando, sujeto sólo a su criterio y arbitrio.
En todos lados cuecen habas. También en Navantia, hay sinvergüenzas, caraduras, abusones… A todos los niveles, mal que nos pese, aunque por fortuna en nuestra Factoría no abundan.
La solución corporativa para los de arriba la conocemos. Se inventa un cargo sin competencias, se monta un despacho y otro más para el organigrama, o se sacan de una chistera una delegación comercial en un lugar recóndito del globo y se destierra al indeseable, eso sí con una substancial compensación económica.
Para los de abajo, bien pudiera ser la empleabilidad la solución, y me explico. Todas y todos conocemos a más de una compañera o compañero granuja. Dado a la molicie y al regalo, y fuente de conflictos con la jefatura y los propios compañeros. Para el mando, la empleabilidad no deja de ser la varita mágica que en un plis, plas, le elimina el problema. ¿Qué quieren “fireguachers” en Rota? Pallá que mando al zorrocloco y problema resuelto. Además, con dietas, desplazamientos y horas… “Dame pan y dime tonto”.
Hombre, a bote pronto y a pesar de mis limitadas luces, se me plantean tres cuestiones que se me antojan preocupantes. Por un lado, en el taller, oficina, departamento, en cuestión no se resuelve nada, antes bien se agrava al mantener la deficiencia en recursos humanos, solventable sólo por la vía de la subcontratación o sobrecargando al trabajador responsable, honesto y profesional que preocupado por su futuro y el de su empresa asume más tarea de la que debiera.
El segundo efecto que me preocupa es el agravio comparativo. Mientras que el holgazán ve en definitiva premiada su actitud, al profesional responsable y comprometido no sólo no se le reconoce su trabajo sino que incluso se le cercenan sus aspiraciones de promoción personal y profesional manteniéndolo en tareas muy por debajo de su capacitación porque no se puede prescindir de él. Esto a la larga acaba provocando la quemazón y la desidia del personal que acaba contentándose con picar a la entrada y a la salida limitándose a emplear la jornada en lo que le manden.
En tercer lugar, me asaltan dudas sobre la intencionalidad, no en la decisión de la puesta en marcha de esta medida, sino en su desarrollo posterior. Qué le vamos a hacer, soy escéptico por naturaleza. No puede ser de otra manera, toda vez que se plantea “adecuar” a trabajadores de un gremio para que acometan tareas de otro. Bien estaría de encontrarse en sub-actividad. ¿Pero qué sentido tiene si al dedicarse a una nueva ocupación, la empresa se ve obligada a subcontratar el trabajo que venía realizando?. Sinceramente no se lo encuentro, afortunadamente soy escéptico pero no malpensado.
Hasta el momento pocos pasos se han dado en este proceso, pero aún así, en esos pocos nos hemos encontrado con hechos consumados que no debemos admitir y desde CCOO vamos a estar muy pendientes para que esta medida responda realmente a los fines que han motivado su adopción y se aplique de un modo planificado, con toda claridad, transparencia y rigor.