viernes, 13 de enero de 2017

Trescientos años a toda vela

A comienzos de 1717, José Patiño, Intendente General de Marina, se desplaza a Cádiz por orden de Felipe V, a fin de proceder a la construcción de las instalaciones necesarias para renovar la flota "por ser de tanta importancia al bien público, y regular las armadas, flotas y escuadras que más convengan á los referidos fines y á mi Real servicio, como al resguardo de mis dilatadas costas marítimas en el Océano y Mediterráneo" (Real Orden de 8 de enero de 1717).

Si bien ya existían en la Bahía de Cádiz varios careneros y atarazanas (el Trocadero, Puntales, Real Carenero en Puente Zuazo...) Patiño concebía un establecimiento de triple carácter: fabril, militar y marítimo en los que fabricar, reparar y conservar las embarcaciones, a la vez que guardar los pertrechos y equipamiento necesarios para equiparlas, por lo que comenzó a buscar un lugar más estratégico que se hallara en aguas de la Bahía de Cádiz.

Finalmente se decidió por un islote situado al norte de Isla de León y cercano a Puerto Real formado alrededor de un viejo barco naufragado de tipo carraca (de ahí el nombre) conocido como “estero” o “barranco de la Carraca”. Éste sería el inicio del que posteriormente calificaría el historiador José Quintero González como "el primer arsenal ilustrado español".

Hoy, a punto de cumplirse 300 años, Navantia San Fernando, heredera de aquella iniciativa, sigue siendo el primero y más avanzado en muchos aspectos de los astilleros españoles.

Aprovechando esta efemérides, iniciamos aquí una serie de artículos que recorrerán la historia y vicisitudes de nuestro astillero.


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